La artista japonesa Yayoi Kusama, con una peluca rojo-brillante, trabajando en su estudio / Photo: AP
La recolección, el mercado al por mayor
Yayoi Kusama. La que más vende
Yayoi Kusama es la artista viva que más vende en el mundo, con un volumen total de 127,7 millones de dólares.
Por delante de Cindy Sherman (89,9 millones de dólares) y de Marlene Dumas (57,5 millones), también figura en el tercer puesto entre las mujeres artistas más cotizadas de todos los tiempos, detrás de Joan Mitchel (239,8 millones) y de Mary Cassatt (136,5 millones).
Pero Yayoi Kusama no es sólo la mujer que más vende. Desde el año 2002 los precios de sus obras han subido un promedio del 880%, superando incluso la progresión de Gerhard Richter, el artista vivo más vendido (835 millones de dólares).
Supera, en cuanto a progresión, a Jeff Koons y a Damien Hirst , 2º y 10º respectivamente de los 100 artistas vivos más vendidos.
En el último estudio elaborado por Artnet Analytics, que registra los 100 artistas vivos más vendidos entre enero-2011 y mayo-2014, Kusama ocupa el puesto 12º (US$90,707,958), pisandole los talones a Damien Hirst, 10º (US$94,333,108).
En el invernadero
Yayoi Kusama. En el Psiquiátrico
Yayoi Kusama tiene su estudio en un pequeño edificio de tres plantas, arriba la biblioteca y los archivos, en el sótano iluminado con luz artificial, se acumulan lienzos, pinturas, mesas donde Kusama extiende los grandes cuadros en los que trabaja. Justo enfrente, cruzando una avenida, está el hospital psiquiátrico donde reside, de forma voluntaria, desde hace 37 años.
Recién cumplidos los 85 años, muy reacia al contacto con los medios, concede escasas entrevistas a la prensa. Actualmente vive sólo por y para su pintura.
En las pocas apariciones públicas, o para las sesiones fotográficas, Kusama transforma su imagen de anciana, se presenta vestida con kimonos de lunares o floreados, una peluca de panocha roja en la cabeza, brillante carmín en los labios y un rostro serio, imperturbable. Una de las más recientes entrevistas que concedió a un medio, el New York Times, terminó con la primera pregunta:
Alexi Worth (N.Y.Times): Parece raro que una mujer cuyo arte es a menudo cómico e incluso escandalosamente divertido, sonría tan pocas veces
Yayoi Kusama: No se de qué estás hablando
La entrevista había terminado.
La habitación del sanatorio donde vive y al que llama su hogar, apenas tiene una cama, un escritorio, una estantería y un armario.
Igualmente austeras son sus costumbres, sus hábitos se repiten. Todas las mañanas lee los periódicos, los subraya y pide las últimas publicaciones (sobre todo de temas científicos) antes de cruzar la calle hasta el estudio para ponerse a trabajar, desde las 9 de la mañana a las 6 de la tarde, sin parar, una rutina que sólo rompe para viajar, cuando su edad o su salud se lo permiten, e implicarse personalmente en las exposiciones retrospectivas que le han dedicado la Tate Modern, el Malba, el Centro Pompidou o el Whitney Museum.
(Para la exposición que le dedicó el Museo Reina Sofía en 2011 -ella no acudió- se editó un catálogo que actualmente se encuentra agotado)
Las semillas
Yayoi Kusama: Alucinaciones, miedos, obsesiones
Kusama lleva contando diferentes versiones de su vida de modo que ni ella misma puede asegurar que sean ciertos algunos hechos.
Nació en 1929 en la región montañosa de Matsumoto (Japón) y creció en los sombríos años anteriores y durante la Segunda Guerra Mundial. Hija menor de una familia rica por sus negocios de producción y venta de semillas al por mayor en grandes explotaciones, las posibilidades de llegar a convertirse en pintora en aquel ambiente eran prácticamente nulas. Unas relaciones familiares difíciles, dramáticas, como ella misma cuenta, con un padre mujeriego y una madre abusiva que pagaba sus frustraciones con la hija menor a la que a menudo maltrataba y obligaba a ir en busca de su padre por los prostíbulos, llevó a Yayoi a refugiarse en los libros y la pintura pero, al igual que los adolescentes japoneses de la época, fue reclutada por el ejército para trabajar, 12 horas diarias, en una fábrica de paracaídas. Recuerda cómo contrajo la tuberculosis en esa fábrica, húmeda y polvorienta, aunque mantiene varias versiones sobre ese hecho y también asegura que se la contagió su padre, o que sus problemas pulmonares no tienen nada que ver con la tuberculosis.
Campo de flores en el vivero de semillas Nakatsutaya propiedad de la familia de Yayoi Kusama en Matsumoto, Japón / (c) Yayoi Kusama · Studio Yayoi Kusama Inc.
Los primeros brotes
Los recuerdos iniciales de Kusama se refieren a los campos sembrados en los viveros de la familia. Y también las primeras alucinaciones:
“Sentada en el campo, de repente levanté la mirada para descubrir que todas las violetas tenían una expresión facial similar a la humana y, para mi sorpresa, todas me estaban hablando”
Y también:
“De pronto todo se volvía intermitente y brillante a mi alrededor, así que muchas imágenes diferentes me deslumbraban y me dejaban estupefacta”.
Recordarlo todo. Reproducirlo todo, pintarlo
Y cuando su madre destruía sus dibujos, tiraba sus tintas y sus lienzos, volvía a empezar con el material que fuera, la tinta que encontrase, arena, pegamento, sacos o arpilleras. Pintar era su salvación.
“Yo estaba en un mundo aparte y dibujaba para documentar los lugares que veía … Registrarlos ayudaba a aliviar el shock y el miedo de esos episodios. Ese es el origen de mis pinturas”.
Frente al programa que consistía en prepararse para buscar marido y ser una buena ama de casa, pintar se convirtió para ella en un acto de autoafirmación, de oposición a la familia y a la tiranía de su madre. Con sus libros y dibujos construyó su guarida, un mundo de cuadernos de apuntes exquisitos con cientos de reproducciones de flores, animales y retratos con puntos, los primeros lunares.
De los trabajos más antiguos de Kusama se conservan un retrato de su madre, cubierta de puntos, y un cuaderno de dibujo con las páginas llenas de bocetos detallados de peonias.
Yayoi Kusama, retrato de su madre cubierta de puntos, 1939 / (c) Yayoi Kusama · Studio Yayoi Kusama Inc.
Yayoi Kusama, ‘Study of a Peony’ de un cuaderno de dibujo fechado en 1945 / (c) Yayoi Kusama · Studio Yayoi Kusama Inc.
También se conserva un cuaderno de apuntes del zoológico de Kyoto con pequeños dibujos de monos con cuerpos peludos y manos y caras de color rosa ilustrando sus páginas. Docenas y docenas de bocetos.
Kusama empieza entonces a dar a conocer su obra en exposiciones colectivas hasta que, en 1948, finalizada la guerra, vence la resistencia de sus padres y consigue, aunque fuera en el estilo tradicional japonés Nihonga, ir a estudiar pintura. Cansada pronto del enfoque convencional de sus maestros, abandona la escuela y emprende su carrera, ya en solitario, exponiendo en su propia ciudad natal.
Kusama, delante de ‘Lindering Dream’, pintura seleccionada para la Second Creative Arts Exhibition, Nagano, en 1951 / (c) Yayoi Kusama · Studio Yayoi Kusama Inc.
Yayoi Kusama, ‘Lindering Dream’ (Sueño persistente), 1949
/ (c) Yayoi Kusama Studio Yayoi Kusama Inc.
Yayoi Kusama, ‘Accumulation of the Corpses’ (Acumulación de cadáveres) Prisoner Surrounded by the Curtain of Depersonalization, 1950 / (c) Yayoi Kusama Kusama Studio Inc.
Pero:
“Quedarse en Japón estaba fuera de lugar. Mis padres, la casa, el país, las ataduras, las convenciones, los prejuicios … Para un arte como el mío que estaba en permanente batalla, en el límite entre la vida y la muerte, cuestionando lo que somos y lo que significa vivir y morir, este país era demasiado pequeño, demasiado servil, demasiado feudal y demasiado despectivo con las mujeres. Mi arte necesitaba una libertad más ilimitada, un mundo más amplio”.
(Yayoi Kusama. Autobiografía)
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Próxima entrega
SEGUNDA PARTE
Yayoi Kusama II. En Estados Unidos con 60 Kimonos
Etiquetas: Centro Pompidou, Malba, Tate Modern, Whitney Museum, Yayoi Kusama
A mi siempre me parecio una gran artista.
Una mujer hecha a si misma.
Otra cosa es la exageracion que el mercado valora sus obras. En general me parece todos estos precios excesivos un desproposito pero ces´t la vie.
PABLO