Fecha: Thu, 11 Aug 2005 13:48:15 +0200 (CEST) El viernes pasado estaba a la 1:30 de la noche en el estudio y recibo la llamada de un chaval español que conocí el primer día en Tokyo y al que no había vuelto a ver... Parece ser que hay una fiesta de un sello de música electrónica alemana en un club de Daikanyama, por supuesto me apetece ir pero a esas horas ya no hay trenes, un taxi puede costarme unos 3000 yenes (25 euros) y mi bicicleta la abandoné el día anterior por la noche: Kazuyo, que estaba de buen humor nos invitó a todos a cenar y acabé bebiendo copazos de sake de Okinawa en un bar de Osaki con dos japos, el francés y el americano del estudio; hacia las 4 decidimos irnos a bailar y cogimos un taxi hacia Roppongi, el barrio más turbio por dónde salen todos los extranjeros viciosos y marines americanos; acabamos en un club de dudosa dignidad cantando en una sala de karaoke con unas modelos letonas que no tenían más de 18 años; el caso es que mi bici se quedó en aquel bar de Osaki. No puede estar a más de media hora andando pero no me acuerdo bien de por dónde era, en cualquier caso la necesito para llegar a la fiesta de Daikanyama. Una vez que la encuentro todavía me espera más de una hora de viaje nocturno por Tokyo, pregunto a varios cientos de japos y todos me miran preocupados y me dicen está lejos, kio tsukete, ten cuidado, muy majos, vamos, el caso es que el club resulta estar genial y aunque no he dormido más de dos horas, volvemos a amanecer bailando, incluso me encuentro a un japonés que conocí en una rave en las montañas de Gifu (a siete horas de Tokyo), ¡qué pequeño es Japón! Por la mañana los chicos españoles no me quieren dejar volver en bici y me invitan a dormir a su casa, cuatro o cinco horas después estoy saliendo del futón de Piru y despidiéndome de él y de pronto me dice, no te sonará la revista más pequeña del mundo o algo así porque me han pedido mi pfc (un prostíbulo) para su publicación Madrid Erótica, y yo me quedo flipada y le digo, ¿te ha escrito Elena? y me responde, creo que sí. Y yo me empiezo a reir mucho de felicidad, de casualidad y me acuerdo mucho de ti aunque luego se me olvide contártelo.
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