Si yo pudiera, compraría obras de arte.
Eso seguro.
Hace unos días, de vuelta de un viaje por el sur, llevé mi coche a lavar al taller que hay al lado de casa -Engrase Juan Pantoja- y charlando con el dueño, un hombre ancho, muy activo, muy fumador, nos conocemos, me dijo mientras se frotaba con un trapo las manos negras: «El arte cura. El arte, sana».
Allí dentro, entre vapores de gasolina y aceite de motor.
El arte, sana.
Acudo a cuatro artistas que han pasado por estas páginas y han dejado aquí la huella de una terapia que no tiene fecha de caducidad. La encuentro ahora perfectamente adecuada para eludir la melancolía del otoño. Me explico.
Fernando Alcalde es un mago. Cuando entras en contacto con uno de sus objetos mágicos, un fluido empieza a recorrer tu cuerpo y, desde la punta de los dedos, te sube por las terminaciones nerviosas de la mano y el brazo y se extiende por todo el sistema central hasta que llega a ti la paz. De repente, estás en paz.
Tocar un cuenco suyo, un vaso, es un encuentro con tu propia serenidad. Ocurre así, por arte de magia.
Juan Díaz pinta como quiere y es para mi la nostalgia del mar, de Gijón y de las playas del norte. Con Juan me quedaría contemplando sus paisajes hasta verme envuelto en ellos convertido en uno de sus habitantes. Es entonces, en ese momento, cuando te curas de todo el ruido acumulado en tu cabeza y de los malos pensamientos. Directamente.
Carlos Evangelista es el rigor y el equilibrio mismo, que es lo que a mi me falta. Cada una de sus piezas me lo recuerda y me hace mejor, me propongo el orden, atender mi agenda, respetar los procesos de las cosas y el misterio de las personas. Con un «evangelista» cerca la soledad no duele, le habla al lado mejor de ti mismo y te pone en marcha.
Con Isidro Ferrer te ahorras el psicólogo. En serio. Sus inventos son tus propios sueños puestos al alcance de tu mano para que los puedas tocar y mirar por todos lados en plena vigilia, para que puedas aceptar las contradicciones de la vida estando completamente despierto. Isidro te quita las pesadillas del día y te las devuelve convertidas en sonrisas.
El arte cura. El arte, sana.
Es un hecho.
Septiembre de 2013. David García
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