Fernando Sánchez Castillo (1970), tiene una trayectoria impresionante. Sus obras ya han pasado por la Tate, el Centro Pompidou, la bienal de Sao Paulo o el MUSAC. Está ahora en la galería Juana de Aizpuru con una exposición que gira en torno a un video, Pegasus Dance, coreografía para camiones antidisturbios, un ballet para el que consiguó la colaboración de la policía de Rotterdam, tras interminables gestiones. Un «divertimento», una paradoja en la que las armas del poder se manifiestan en pro del arte y la cultura.
Forman parte de esta exhibición, una serie de instalaciones -fundidas en bronce- construidas a base de neumáticos, cócteles molotov, piedras, árboles derribados -la parafernalia propia de las barricadas-, una colección de bustos académicos vandalizados -en la cabeza un pasamontañas, un neumático, una caja de cartón o una caca-, y un conjunto de bodegones fotográficos -Vidrios, Patatas y clavos, Patatas y huevos– llenos de referencias barrocas.
Completan la exposición un grupo de cuadros, grandes acrílicos resueltos a tomatazos y tres pequeños óleos, Riot training place (2009, 33x41cm) Universidad (38x46cm) Prometeo (27x35cm), pinturas en las que demuestra una capacidad técnica y una soltura impresionantes.
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Abajo la inteligencia, exposición en el MUSAC, 2007