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Martes, 8.12.2020


Chardin. La Magia de lo Real

Por A. G. Abella | 18.3.2011

Comisario: Pierre Rosenberg, miembro de la Académie Française y director honorario del Museo del Louvre
Organizan: Ferrara Arte S.p.A, con la especial colaboración del Museo del Louvre y el Museo del Prado
Patrocina: Fundación AXA
Entradas: general: 10€, reducida: 5€, temporales + permanente: 12€. Venta anticipada online
Catálogo: 35€

Viene de: Palazzo dei Diamanti, ‘Chardin. Il pittore del silenzio, (del 17 de octubre de 2010 al 30 de enero de 2011)
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La raya, también llamado Interior de cocina (1725-1726). Óleo sobre lienzo, 114 x 146 cm /Museo del Louvre, París

Si en la anterior exposición de Pierre Auguste Renoir el número de visitantes, 400 entradas en una hora, se aglomeraba alrededor de los cuadros, en la actual de Chardin este número apenas se alcanza a lo largo del día.

Jean Simeón Chardin (1699-1799) no consigue atraer al gran público, aún teniendo en cuenta que en España nunca se le había dedicado una muestra como la que ahora se puede disfrutar en el Prado hasta el 26 de mayo. Quizá el gran éxito de esta exposición se encuentra precisamente en que se pueden ver los cuadros con tiempo, sin empujones, reposadamente, aprendiendo, con placer,  como las obras se merecen. Hay que aprovechar que ni ahora ni en su época ha sido tan  apreciado en el sur de Europa  como lo fue en los países del norte. Aprovechar y disfrutar.

Se trata de una exposición muy completa, con 57 obras, aunque la fragilidad de los pasteles ha dificultado su traslado (sólo se exponen dos, ya que el autorretrato de Chardin anciano que cierra la exposición es una reproducción). Desde el Louvre viajan 11, (30 de sus obras pertenecen a este museo de las escasas 200 que pintó en sus 80 años de vida). El resto llega desde  Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza, Suecia, Reino Unido y colecciones privadas, además de las de la primera época que pertenecen a la colección Thyssen.

Fragonard. 'Jeune fille lisant ' (1776) óleo sobre tela, 82 x 65 cm /National Gallery of Art - Washington

En el  siglo XVIII en Francia se pinta rápido y bien. Fragonard presume de haber realizado en media hora “Joven muchacha leyendo”. Velocidad, agilidad, fluidez. Alegría, espontaneidad. Libertad.

Siglo de la mujer también.  Boucher utiliza la mitología como excusa para sus desnudos femeninos. Mitología amable, llena de sensualidad. Watteau había marcado el camino entrado el siglo. Pintura histórica también, moralizante, repleta de relatos, de anécdotas y narraciones que contar.

Pero llega Chardín y cambia el paso.

Chardin no pasa por las enseñanzas de la Academia como es de rigor, es un autodidacta. Los principios son difíciles. Su tenacidad elude las objeciones del padre, ebanista, fabricante de mesas de billar. Chardin tampoco viaja a Italia para conocer a los maestros, trabaja ausente del obligado viaje a Roma. Apenas sale de París, su vida discurre entre el distrito VI y el Louvre.
Chardin es lento, pinta poco, gana menos.

'Liebre muerta con petaca de pólvora y zurrón'. Óleo sobre lienzo, 98 x 77 cm /Musée du Louvre

A Chardin no le atraen los temas históricos o mitológicos de gusto oficial, llenos de sensualidad. Chardin es distinto. En la jerarquía pictórica del momento viene a elegir el escalón más bajo, el peor pagado y el menos valorado: bodegones, naturalezas muertas, escenas de caza, utensilios de cocina, escenas de género, cotidianas… Y sin embargo Chardin vende, a precios muy bajos, pero vende. Y no sólo a los amigos, los artistas, también a cierta aristocracia local y las reinas de Rusia o Suecia se hacen con obras suyas.

Pero la nota que define al pintor, su diferencia con el resto de contemporáneos  no reside en su formación, ni en la elección de sus temas, ni en su alejamiento de las normas oficiales. Chardin es único, mágico, un poeta pintando.

Elogiado por la crítica, estimado por los entendidos de la época, el mismo Diderot al descubrirle  le dedica sus mejores reseñas: “¡Oh, Chardin! No es el blanco, ni el rojo, ni el negro lo que mezclas en tu paleta; es la sustancia misma de los objetos, es el aire y la luz lo que mojas en la punta de tu pincel y fijas sobre la tela!”.

Chardin no es sólo un pintor, o quizá es sólo eso, un pintor que pinta y nada más. No quiere contar nada, no tiene palabras ni historias que narrar, él sólo pinta objetos que resultan de alguna manera sublimados, utensilios de cocina, frutos, cuencos o jarros, objetos cotidianos que de su mano se nos aparecen como si fueran joyas, dotados de otro valor mayor, mostrando el secreto de las cosas que siempre vemos pero no enfocamos.

El retrato del hijo de M. Godefroy, joyero, absorto en la contemplación del giro de una peonza, también llamado 'El niño de la peonza', y también llamado 'Retrato de Auguste-Gabriel Godefroy'. Óleo sobre lienzo, 67 x 76 cm 1738 /Musée du Louvre

Sus composiciones callan, no hablan, son cuadros mudos, envueltos en un aire mágico  Los  personajes en los cuadros de género están absortos, no nos miran porque están ausentes de lo que les rodea, concentrados en pensamientos que se nos escapan. Quizá sueñan.

Los cuadros de Chardin no hablan, somos nosotros los que nos empeñamos en poner palabras a su silencio, a su conmovedora simplicidad. Lo real no tiene nada que decir, y la pintura cuando es verdadera tampoco.

Reposo, silencio, paz.

Ante un Chardin nos detenemos instintivamente, como un viajero fatigado de su travesía que decidiera sentarse a descansar, casi sin darse cuenta, en el lugar que le ofrece un rincón verde, silencioso, con su arroyo, su sombra y su fresco”. Diderot, Salón del Louvre 1767.

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>Vídeos de la exposición museodelprado.es
>Presentación multimedia museodelprado.es
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>Chardin en el Museo del Prado abc.es
>Chardin (1699-1779) en el Prado + Fotogalería elmundo.es
>Chardin resuena en el Museo del Prado + Fotogalería elpais.com
>Chardin, un pintor para ateos publico.es
>El Prado regala una exposición del maestro francés Chardin por primera vez en España lavanguardia.es/Efe
>Chardin, nel  Palazzo dei Diamanti + Opere in mostra palazzodiamanti.it

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