Tiene Li Wei (Feng Cheng, 1975) un sentido natural del suspense que deposita en forma de fragmentos de historias sin historia, sin planteamiento ni desenlace, en sus cuadros.
Hay en su obra un gusto por la prueba documental forense, las fotografías apresuradas de un detective privado, las pistas de una investigación policial que no conducen a nada ni aportan claves ni hallazgos definitivos. Lo que nos muestra ya pasó. O está a punto de pasar.
Li Wei -no confundir con el fotógrafo homónimo- se doctoró en pintura al óleo en la academia de Bellas Artes de Lu Xun. Y eso es lo que hace: óleos con un aire de apunte inacabado, de pinceladas largas y límites desenfocados que convierte sus imágenes en una suerte de fugaces fotogramas extraídos de escenas en movimiento de cine negro.
No es pues extraño que sus temas sean recurrentes y formen parte de un todo que se despacha en piezas de un puzzle imposible de montar. Una pistola enorme en Complicado (150×200) un Hacha (150×200), o un Martillo piqueta (100×200), son documentos ampliados de las armas, quizá abandonadas en una oscura comisaría China, de crímenes olvidados. Tu padre es el peor tipo del mundo, Ruptura, Una forma de expresar el dolor, ¿Así te marchas?, Secreto, son algunos de los títulos de una serie de cuadros, todos ellos resueltos en azules y negros, todos muy grandes, que remiten a reproducciones ampliadas de imágenes de un periódico atrasado de sucesos. Dos de los realizados en 2008, Paisaje I y Paisaje II, más pequeños y también más sueltos, son la viva imagen de la desolación y el desconsuelo.
Hay también algunas piezas más coloristas, como ocurre en la reciente Ciudad poco caballerosa (2008) y en las anteriores Tobogán gigante o en Te quiero, pero todas ellas mantienen esa sombra de intriga que llega a la expresión máxima en Dios (150×200, 2007), un hombre, que podría ser cualquiera, escruta la maleza con un palo -¿un hacha?- en una mano y una linterna en la otra.
Tres cuadros de 2005 escapan a esta manera de hacer. Con una pincelada de un cierto puntillismo cruzado, un entramado de pequeñas aspas en tonos grises, restos de una técnica abandonada, un ensayo estilístico que ha llegado a su límite y a su fin.
Li Wei empezó su carrera dentro de una colectiva en 2000 y, a raiz de la oleada china, pasó por Los Ángeles en 2005. Asoma ahora en Madrid en la Magee Art Gallery que cuenta, también, con un espacio en Beijing.
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