Un vídeo creado especialmente para la muestra da título a esta exposición, una completísima retrospectiva de este outsider, fotógrafo de la vida sin límites, provocador, que se inauguró ayer con asistencia del ministro de cultura César Antonio Molina y muchas señoras exibiendo sus abrigos de pieles.
La exposición ocupa, con generosidad, varias salas de la tercera planta del Reina Sofía. Autorretratos, retratos de personajes y amigos -Tere, Willy, Fernando, Rosa, Chito y Magui, Manolo, Curra, Susana…- desnudos explícitos cercanos al porno y paisajes deshabitados documentan el universo biográfico y las áreas de interés de este personaje, testigo maldito del lado peligroso de la movida madrileña. Instantáneas, desde 1976 a las más recientes fechadas en 2008, todas en blanco y negro, de luz lechosa, que confirman una manera de contar que se ha mantenido casi constante a lo largo de 30 años.
Sólo en algunos paisajes recientes –Masa gris en oriente, Entrada en el purgatorio– se advierte la deriva más abstracta y la inquietud menos explícita del ojo del fotógrafo.
Con la consabida iluminación cenital, los cuadros, enmarcados con cristal, sufren y reflejan los focos y el ambiente de la sala obligando al espectador a buscar el ángulo menos desfavorable. El acceso a la exposición, como siempre en este museo, está mal señalizado y convierte la visita en un laberinto para encontrar, no ya el resto de las exposiciones sino, simplemente, la salida.
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(Se pueden conseguir, a través de photogaleria algunos ejemplares firmados – de 1982 a 1997- , por 2.500€).